Se llama Jorge y es un gordo huevón. Antes era uno bueno, pero después de su accidente se rayó y nunca se recuperó del todo. Se golpeó en la cabeza y tuvo tres coágulos en el cerebro. Perdió el sentido de la realidad, el movimiento en varias partes del cuerpo y hasta el habla. Los médicos dijeron que los coágulos se desplazaban presionando distintas partes del cerebro, las que controlan las funciones motrices y las iba afectando mientras se desinflamaban. Finalmente después de tres operaciones lograron controlarlo, pero el gordo no volvió a ser el mismo.
Era mi amigo, uno de los más cercanos, tanto que fui yo quien lo recogió del piso el día de su accidente y lo llevé a la clínica donde le salvaron de quedar como un vegetal. No estábamos solos, pero los demás se desentendieron y ningún otro lo ayudó. Creo que debí seguir su sabio ejemplo, pero como soy un huevón, el defensor de las causas perdidas y de los oprimidos, intervine.
Ahora sé que en el futuro debo volver la cara hacia otro lugar cuando vea a alguien en problemas, para evitar verme involucrado.
Esto me lo enseñó el gordo Jorge que me envió varios e-mails con copia a todo nuestros conocidos con motivo de las elecciones en el Regatas. En ellos me llama huevón, porque discrepé con la lista de candidatos que él apoyaba y que justamente fue la que no ganó.
Gordo Bambarén, la próxima vez que necesites ayuda miraré hacia otro lado.