Escribo esta entrada una semana después de que le preguntara al presidente qué haría después de que las cosas se pusieran color de hormiga en diferentes puntos del país. Pues me alegra que finalmente se pusiera los pantalones largos y el uniforme de estadista decretando el estado de emergencia en cuatro de las más convulsionadas provincias de la rebelde Cajamarca. Inmediatamente se restableció el orden y la vida volvió a la normalidad, aunque a diario continúan produciéndose cierres de carreteras por todo el país en protesta por cualquier cosa, que como ya se sabe, se ha convertido en la forma más efectiva de lograr los propósitos de algún grupo de ciudadanos que deseen efectividad. He escuchado que los socios de un conocido club de la costa verde planean cerrar las pistas de ingreso a Agua Dulce, en protesta porque no les permiten construir un espigón de seicientos metros para ampliar su playa privada. Tal vez luego de la medida de fuerza, podrán ver realizado su deseo.
Otras novedades dignas de aplauso son, la suspensión de los tres primeros congresistas sometidos a proceso disciplinario. Faltan todos los demás, incluído Javier Diez Canseco. Esperemos que quienes lo merezcan, sean desaforados y sometidos a las acciones legales correspondientes.
El caso del moralizador Diez Canseco es recién salidito del horno y está en investigación, pero pinta como un claro intento de sacar provecho de una situación a favor de sus familiares. ¿Es esto menos grave que las acciones de Chehade o Robacable y Comeoro? No lo creo. Me parece igual de reprobable y sancionable, máxime cuando vemos que la hija del mencionado congresista acaba de ser favorecida con un puesto de trabajo, en desmedro de una chica de apellido no muy conocido, en la municipalidad de Susana Villarán, su aliada política.
Señor Presidente, no ceje en su lucha contra la corrupcción. Que se castigue a quien lo merezca, sin olvidar a los vándalos de Cajamarca, y que se cumpla la ley.