lunes, 25 de marzo de 2013

Mi lucha contra el cáncer S/N 2

Cuando Carmela, la enfermera, de mio la inyección volví a caer en el dulce sopor de la droga y me olvidé del dolor, del cáncer, de mi pierna y de todo. Desperté en una lúgubre habitación de la clínica del INEN. Bueno, para los que nunca han estado ahí les explico: Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, o sea CÁNCER, ¿ya? Creo que es una institución mixta pero manejada con el estilo del Ministerio de Salud. O sea que en el primer piso donde quedan los consultorios, hay una marea humana clamando por atención, por turnos para operarse y/o por medicinas. Es algo en verdad deprimente. La miseria humana en su máximo exponente. La indiferencia de los funcionarios y profesionales de la salud es chocante. Se han olvidado del Juramento Hipocrático para convertirse en burócratas. Claro que hay excepciones. Nunca se debe generalizar.
Ahora volvamos al tema de la "clínica". Se le llama así a la mitad del edificio que alberga las habitaciones para los operados o aquellos que reciben tratamiento. A los pacientes de la clínica se les cobra y la atención es un poco mejor. A los pacientes que ocupan la otra mitad del piso, "el hospital", no se les cobra, no se les proporciona medicinas -cada quien debe traer las suyas- y la atención es como la de cualquier hospital público. O sea pésima. Estuve en esa habitación casi una semana, hasta que me dieron de alta y me fui a mi casa con mi injerto de hueso de muerto y mi plancha metálica empernada a mi propio hueso. Pero salvé mi rodilla y el resto de mi pierna.Ahora dicen los médicos que es cuestión de tiempo para que recupere la movilidad en la rodilla. La cicatriz es grande, larga pero no exagerada. Podría ser que con el tiempo se borre en más del 50%. En fin, si no desaparece caballero no más. Al fin y al cabo no soy bailarina ni modelo, simplemente un escritor.
Luego comenzó lo peor; la quimioterapia. Aunque el cirujano dijo que lo más probable fuera que no requiriera tratamiento, el oncólogo fue de opinión contraria. Dictaminó que debía someterme a seis sesiones de quimio. Veintiún días entre una y otra. La primera me fue fatal. Previamente me han insertado un catéter en el pecho. Viene a ser como un puerto UBS conectado a la arteria, para que te puedan conectar directamente las mangueras que inocularán el veneno químico en tu sangre. Así no tienen que perforarte los brazos y muñecas en busca de las venas, que generalmente se esconden por miedo supongo, para conectarte en ellas. Cuando empieza a mezclarse el veneno con tu sangre no sientes nada al principio, pero luego de unas horas, comienza a quemar. Claro que no te estás quemando en realidad pero imagínate varias horas en ses plan y la mente te empieza a hacer malas jugadas. Te viene una migraña que no te quiere dejar. Las náuseas que sientes con sólo oler, o siquiera pensar, en comida son terribles y te quieres morir. Finalmente después de cuatro días de interminables botellas del veneno naranja, te dan de alta y te vas a tu casa, pero no creas que todo termina allí. Para no hacer más tedioso mi relato haré un break.

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