COALICIÓN QUE COLISIONA CON
EXPECTATIVAS POPULARES
Escribe: Milciades Ruiz
Facciones
disidentes del movimiento político de Ollanta Humala, tanto los que se
apartaron tempranamente como los que solo lo han hecho después de haber
disfrutado de su gobierno cerca de cuatro años, han vuelto a juntarse para
reivindicar la “Gran Transformación” y la “Hoja de Ruta” que su ex líder
abandonó. El propósito es lograr protagonismo en las elecciones del 2016
lanzando el proyecto “Coalición progresista- unión de izquierdas”. Ya antes
habían fracasado lanzando el
frente “Fuerza Ciudadana” (FC) para la elecciones regionales y locales con
los resultados conocidos.
Participan
en el proyecto algunos grupos de izquierda expertos en el proceso de
pulverización orgánica con pasajeras uniones y desuniones electorales desde
1978. También quienes buscan mantenerse vigentes tras el fracaso en el gobierno
de Lima, cuya gestión no fue socialista, ni popular ni de izquierda sino por el
contrario, han desprestigiado a esta. Otros personajes de esta “coalición”, no
obstante ser repudiados como miembros del actual parlamento se suben a este
carro pretendiendo ser reelegidos. Ni qué decir de la presencia de algunos cuya
trayectoria política tiene balance negativo.
Aunque
también participan personalidades de reconocida buena fe, la primera impresión
que deja esta coalición es que se trata de una federación de “quemados”
políticamente y que no responde a las aspiraciones de renovación tantas veces
señalada en nuestras filas. Dar paso al costado para permitir el surgimiento de
nuevos liderazgos y dejar que el pueblo sea el protagonista.
La
historia política registra el caso de otra coalición de triste recordación en
la década de 1960 y aunque las condiciones son distintas el solo membrete de la
coalición nos hace ver que “progresistas” es una forma disimulada de decir que
son de derecha. Podrá decirse que son de derecha moderada pero la desconfianza
es inevitable, sobre todo si los “progresistas” terminan liderando la coalición
con la aprobación de la izquierda completa.
Al
menos, eso parece ser las intenciones de los voceros que vienen convocando a
tiros y troyanos para que se sumen a sus planes. Han tomado la delantera en la
promoción mediática pero podría ser flor de un día si los otros frentes
unitarios salen a la palestra como alternativas competitivas. El asunto es
clarificar si la izquierda va a las elecciones con el apoyo de progresistas o,
si los progresistas lo hacen con el apoyo de la izquierda.
Durante
estos años se ha señalado como responsabilidad de los partidos de izquierda el
error de renunciar a un candidato propio prefiriendo a un tercero antes que a
ninguno de la propia familia. Ante la ausencia de un liderazgo aglutinador, las
rencillas mezquinas llevaron a encumbrar a quien más tarde los traicionaría. Se
afirma que Ollanta no hubiera ganado las elecciones el 2011 si no hubiese sido
por la izquierda pero al parecer, pese a las autocríticas y fracaso, los
partidos de izquierda comprometidos en esta coalición insisten en repetir la
experiencia pero reemplazando al susodicho con los “progresistas”.
Lo
primero que han dicho los voceros de la coalición, es que están a favor de las
inversiones mineras dejando dudas sobre su posición respecto a la lucha de los
campesinos que defienden su medio ambiente que es su medio de vida. Manifiestan
que el neoliberalismo ya cumplió su ciclo y que por ello debería cambiarse de
modelo pero, no lo cuestionan por su fundamento ni por los daños que el mismo
sigue ocasionando a nuestro desarrollo sino porque ya su rol pasó de moda (¿?).
Los
voceros de esta coalición aducen que son partidarios de la economía de mercado
y de la promoción de las inversiones sin precisar las diferenciaciones con las
tesis de la derecha. Se esfuerzan en dar la impresión de que no son socialistas
ni de izquierda radical estando dispuestos a ser concesionarios. Pero sabemos
que de concesión en concesión se llega a la claudicación. Este es el terreno de
las ambigüedades en que se mueven quienes carecen de claridad ideológica o
esconden sus intenciones.
Estas
primeras manifestaciones de los “progresistas” dejan pues muchas dudas sobre su
calidad política para liderar a la izquierda y sobre su ascendencia en las
fuerzas populares cuyas necesidades y demandas no aparecen en sus libretos.
Hablan de seleccionar candidatos con elecciones primarias “desde la base” pero
habría que preguntarles ¿cuáles son sus bases? ¿Son las clases trabajadoras? ¿O
tal vez el proletariado campesino? ¿O un círculo de oficinistas de cuello y
corbata? ¿Cuáles son las bases orgánicas de los “progresistas”? ¿Será que,
ellos ponen el protagonismo y la izquierda las bases?
Si
no hay un deslinde claro con las posiciones de los partidos de las vertientes
derechistas, nuestro pueblo verá que no hay ninguna diferencia. “Todos son lo
mismo, todos son iguales” será la sentencia. Si no hay un lenguaje
distinto que recoja las aspiraciones de la problemática de los pobres será muy
difícil que esta coalición tenga suficiente aceptación. En todo caso, habrá que
ver como evoluciona este proyecto para tener una mejor apreciación. En todo
caso es una opción disponible.
¿Qué
tanto conocen de los problemas y sufrimientos campesinos, de los asalariados,
de los jóvenes, de las comunidades campesinas, comunidades nativas, mineros
artesanales, ambulantes del comercio callejero, trabajadores del transporte
público y de carga, soldados, policías subalternos, trabajadores rurales? Si no
saben nada de esto, entonces la plataforma política que postulen ignorará las
reales aspiraciones de los sectores populares.
Admito
que puedo estar equivocado y prejuiciado con una versión apresurada. Ojalá que
todo sea diferente y beneficioso para nuestras filas. Pero si se siguen creando
frentes políticos en la izquierda se estaría trabajando para el enemigo:
“Divide y vencerás”. Sería más alentador que las izquierdas de los diversos
frentes formen un solo bloque y decidan lo más apropiado. Si las ambiciones
personales de las cúpulas entorpecen la unidad, quizá la fórmula sería dejar
que los candidatos provengan de las organizaciones populares más
representativas y no de cascarones. Solo así quedarían fuera de juego los
oportunistas. El caso boliviano quizá sea una experiencia a tener en cuenta
para llegar al poder.
Estos
reparos me costarán las iras de los aludidos pero asumo las consecuencias.
Aunque he tomado el caso de esta coalición en particular, los señalamientos van
también dirigidos a otros frentes y agrupaciones de izquierda. Habrá que ver la
composición de estas integraciones y sus propuestas, si hay nuevos rostros y la
cabida que están dando a las organizaciones populares, a los jóvenes y a las
demandas de los trabajadores urbanos y rurales. Para los revolucionarios que
piensan más allá de las elecciones lo más importante es forjar el poder popular
antes que una pasajera adhesión electorera. Salvo mejor parecer.
Abril 2015
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