DE LA
REVISTA "HILDEBRANDT EN SUS 13"
LA DESVERGUENZA DE HUMALA
El aspecto políticamente fantasmagórico del presidente Ollanta
Humala en la entrevista concedida a la TV esta semana nos confirmó que
asistimos a un complejo proceso de autodestrucción de aquel personaje que
tantas esperanzas despertara.
Humala cree que la indefinición es la esencia de la política y que
el arte de gobernar consiste en no pronunciarse o parapetarse en un
opacidad que tiene mucho de huida.
Es el líder de una legión de derrotados, caudillo de
nada, el holograma de sí mismo.
Esta muerto y no lo sabe.
Es Manuel Prado y no se ha dado cuenta.
Es Fernando Belaunde y no se lo han dicho.
Le falta obra física para ser Odría.
Carece de lengua para ser García.
Construye como alarife el cuarto piso de ese edificio fujimorista
que la CONFIEP venera, pero finge ser un arquitecto innovador.
Tiene una triste figura sin ser Quijote y parece cabalgar sobre un
potrillo sin tener las virtudes de entrecasa del buen Sancho.
Cuando le preguntan sobre la fragilidad de su liderazgo, habla de
una revolución que está sólo en su cabeza.
Y enumera la reforma del sector salud, la de educación, la
tributaria, de las AFP o la defensa y seguridad.
¿Cinismo marquetero o locura hamletiana?
¿Puede ignorar que los hospitales están desabastecidos, los
médicos mal pagados,los retirados de las FFAA empobrecidos, los maestros cada
vez más infiltrados por el extremismo gracias a los maltratos recibidos?
¿Puede no saber que sus reformas tributarias abortaron
el día que no se atrevió a exigirle a la minería el pago de los impuestos que
le tocaba pagar?
¿Simula no conocer el odio generalizado que cunde en la población
respecto a las AFP?
¿Y se atreve a hablar de cambios en materia de defensa y
seguridad,cuando a dividido a las FFAA en activos y retirados,con una tremenda
irresponsabilidad historica?
¿Ignora que Lima es territorio comanche, que la policía es una
infección generalizada y que su transformación radical es imprescindible?
¿No le ha dicho alguien, piadoso, que el Perú es el paraíso de las
mafias, los sicarios, los colombianos de encargos letales?
¿Nadie le dice al presidente que la extorsión a empresarios
pequeños y medianos es una de las industrias más prósperas?
Con sus baches sintácticos, su hablar desgreñado y sus delusiones,
Humala daba la impresión de ser un paciente hablando, complacido, de su separada
y paralela realidad.
La pregunta sobre liderazgo suponía, además, que el presidente
insinuara a que norte se dirige, con que país sueña, que propósitos lo
entusiasman.
Humala demostró que la línea del horizonte termina en su apéndice
nasal y que no hay metas a las que quiera llegar.
Humala parcha el asfalto.
La carretera es la que le señalaron.
Y no hay plan B.
Humala administra la escasa cuota de poder que le han
dejado.
Gerencia la repetición.
Cuando le recuerdan el ridículo memorable de aquella llamada hecha
desde un penal donde ya habían instalado “bloqueadores de celulares”,
entonces Humala pide no hablar “lo minúsculo” y miente: dice que esos
interceptores de señal “estaban en prueba”.
Todos habíamos asistido por la TV, a la ceremonia de su
instalación y al discursito aquel de que ahora empezaba una nueva etapa en la
lucha contra la delincuencia.
En un momento de la entrevista Humala parece darse cuenta del
carácter delirante de sus declaraciones y admite textualmente:
“Aquí lo que vemos es que todos los días en las mañanas
es crimen, asalto, violación. Uno empieza mal la mañana”.
Le recuerdan entonces que lo que cuentan los noticieros no es
invento sino registros (quizá un poco sesgado) de la realidad.
Y él replica, próximo a los mecanismos de Nicolás Maduro: “Pero
yo creo que en el Perú ocurren noticias positivas todos los días….”
Más adelante le mencionan la podredumbre policial como
una de las causas centrales de la inseguridad y su respuesta involuntariamente
cómica: “Tienes que confiar en la policía y y tienes que confiar en que hay
mecanismos internos para sancionar….”
¿A quién elegimos?
¿A un débil mental?
¿A un taimado que ha perfeccionado sus artes en el poder?...
Ni lo uno ni lo otro.
Estamos probablemente frente a un hombre que se deshizo de todo
ideal, que perdió la brújula, el programa, los amigos, parte de la familia, el
80 por ciento de sus adherentes.
Su gobierno es un fracaso, hasta en el modesto nivel de
administrador de lo heredado, y la apelación al mito (“la política se
trasformará a sí misma”) es parte de ese discurso agónico.
Lo que el presidente requiere ahora es que se cumplan
los 90 minutos de juego.
Este Mundial no era para él.
La camiseta también le llega a los tobillos.
Si la debilidad fuese atractiva, Humala sería un éxito colosal.
Todo lo que dice parece anémico, borroneado,
inconcluso.
Es un huérfano por mano propia: él mismo mató al partido que lo
llevó al poder, él ahuyentó al sur serrano que lo hizo ganar, él eliminó el
puñado de ideas que habría podido hacerlo un estadista (y sin necesidad de
parecerse a Chávez).
Humala es rehén voluntario de todos aquellos a quienes había
censurado como candidato.
Le dieron autoridad para cambiar el país y terminó de primer
secretario.
La derecha, que perdió las elecciones, lo usa y lo desprecia a la
vez.
Humala es el responsable del mayor descrédito que la democracia
peruana haya padecido en los últimos años.
¿Qué puede decir un converso eviscerado en una entrevista para la
televisión?
Pues nada.
Y nada es lo que Humala dice.
Bueno, casi nada.
Porque el momento en que los bríos le vuelven y las definiciones
asoman es cuando habla de César Álvarez (suspendido y preso, Presidente Regional de Ancash), el hampón que creó en Ancash una versión comarcal del
tardofujimorismo, y de Martín Belaunde, el fugitivo aliado de Álvarez y el
hombre que le entregaba dinero de procedencia sucia al Partido Nacionalista y a
la señora Nadine Heredia.
De Álvarez llegó a decir: “Primero, está en un proceso de
investigación, hay una acusación, todavía no lo condenes”.
Y sobre Martín Belaunde soltó estas frases: “Yo pediría a los
medios de comunicación que traten este tema con mayor prudencia"
¡Saltó la liebre!
El presidente que elude todos los temas, que hace de la ambigüedad
una virtud y del lugar común un estilo comunicacional, si se muestra claro y
definido para defender a Álvarez y a su carnal Belaunde.
¿Qué cosas saben ambos?
¿Qué misterios de futuras consecuencias penales están en algún
SB?
¿De cuántas transacciones en bolívares nos habremos de enterar
algún día?
Humala ha hablado.
Su mensaje, apenas cufrado, parece darles a Álvarez y a Belaunde
un aliento oficial: resistencia, callen, que desde aquí trataremos de
ayudarlos.
El comandante ha deslindado.
El capitán Carlos ha dicho lo suyo.